Los aztecas sacrificaban a diferentes tipos de personas, pero los principales eran los prisioneros de guerra, quienes recibían la promesa de que, a cambio de la captura de enemigos, su estatus social se vería elevado. Dicen que aquellos que eran sacrificados se convertían en ayudantes del dios Sol, en forma de aves cantarinas y mariposas.
Por otra parte, no todas las víctimas eran prisioneros de guerra. Importantes cantidades de esclavos eran también sacrificados. Además de mujeres y niños que eran elegidos para personificar a determinados dioses y diosas. Estos eran tratados con gran cuidado y ternura en el año precedente al momento de la ejecución.
Los aztecas creían que sin estos sacrificios los dioses no recibirían sus honras y el mundo llegaría a su fin. La idea central era que sin muerte no podía haber vida. Ellos pensaban que sin esa alimentación constante a Huitzilopochtlii, el Sol dejaría de salir. El sacrificio, entonces, era para mantener el equilibrio del universo, y evitar el fin del mundo. La idea central era que sin muerte no podía haber vida.